viernes, 15 de mayo de 2015

Nadal, a París al galope

Tratándose de quién se trata, la comparación con los años felices es inevitable y, contando derrotas recientes, también es racional extremar el desánimo, pero este Masters de Roma consiste en encontrar acicates y ahí va uno: nunca Rafael Nadal llegó a Roland Garros tan descansado. Sus apresuradas eliminaciones en el Masters de Miami o el Conde de Godó le han permitido sostener hasta hoy la velocidad con la que reapareció a principios de temporada y, ante la inmediata exigencia de un Grand Slam a cinco sets, esa frescura física supone una ventaja respecto a las anteriores temporadas de éxito. 
ólo repetiría Novak Djokovic en las semifinales de 2013. Por ejemplo, esta misma temporada, apenas un mes atrás, en octavos de final del Masters de Montecarlo, cuando le cedió el segundo parcial y sólo acabó venciéndole sobre el alambre. Entonces se le voy sufrir, marchándose de la pista monegasca inapetente. Esta vez Nadal salió alegre, tras repetir una y otra vez su amplia colección de puños enrabietados al aire.
Se mostraba satisfecho y no era para manos. En todo momento controló el encuentro, logrando los breaks definitivos en el quinto juego del primer set y el noveno del segundo. Tan sencillo como eso. Su servicio no estuvo en peligro en ningún momento, de hecho, no cedió ni un solo intento de ruptura en todo el encuentro. Firme en ese aspecto como en sus mejores días, cerró un primer parcial para el recuerdo: no perdió ningún primer saque y únicamente cedió un punto con su segundo, sin contar las tres dobles faltas cometidas. La mejora final de Isner no encontró ningún resultado.
Nadal pone un juego su servicio contra Isner.

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