viernes, 15 de mayo de 2015

Cuatro trampas y un recordatorio

Aquel momento que parecía tan lejano hace un año en Estambul, mientras los jugadores del Maccabi celebraban su inesperado título, finalmente ha llegado. El Madrid tiene una nueva oportunidad de coronarse como el mejor equipo europeo y el ya toca corre por boca de todos. Pero como esto del deporte no es una ciencia sino un juego, nunca está asegurado el premio. Y menos en una edición como esta, donde las trampas son numerosas.
La primera se encuentra en la equivocada creencia de que al jugarse en Madrid, las posibilidades aumentan. Ni la historia ni la lógica apuntan hacia esa dirección. Como bien dijo Pablo Laso, la ventaja se acaba en que saben mejor que sus contrarios cómo se va al pabellón. Porque el escenario, siendo el mismo, lucirá diferente, lo que hemos visto más de una vez que desconcierta a los supuestos locales. Incluso dándose por posible que en una hipotética final se alcance una buena mayoría, la presión que trae consigo la ilusión equilibra ventajas y peligros. 
La segunda está en el pasado, en esas dos finales consecutivas perdidas cuyo recuerdo debería dejarse en la caja fuerte de un banco. Tarea esta prácticamente imposible, por lo que su carga psicológica puede añadir en determinados momentos peso a la mochila.
La tercera trampa se llama Obradovic. Menudo pájaro el serbio, que no para de sonreír y mostrar su admiración por Madrid y por el Madrid. Si no le conociésemos, podríamos pensar que viene simplemente a pasarlo bien en una ciudad donde guarda amigos y recibe halagos. Pero llegada la hora del partido, su joven Fenerbahçe es un hueso duro de roer. Por sus jugadores y por el aura de milagrero que acompaña al entrenador más laureado de este torneo.

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